Cornelia Chirimía se declaró gay hace siete años y su principal reto ha sido lograr que su comunidad la acepte y que otros indígenas como ella acepten su condición si temor al qué dirán.
Chirimía en una entrevista con la Revista Semana comentó que lograr la aceptación de la familia es el factor más complicado porque según ella, «si no te admiten, te sientes como si estuvieras vacío, especialmente si es tu madre la que te rechaza porque fue la que te dio la vida y si ella te dice que no te quiere de ‘X’ manera o te pide que te vayas y te olvides de ella; es muy duro porque madre solo hay una.»
La joven señaló que, ser un travesti indígena es más difícil e incluso hasta peligroso porque en su etnia no se ve eso. Ella ha sido una de los primeras personas en su comunidad del Charco, Nariño en dar la cara y decidir vivir la vida como una mujer, pese a lo que eso implique.
«Llego a una comunidad y lo que me preguntan es por qué decidí volverme así… Hay otras personas como yo que me expresan su miedo por ser rechazados, maltratados e incluso que los lleguen a matar».
Reveló que a sus siete años se dio cuenta de que estaba viviendo en un cuerpo que no le correspondía y tenía claro a lo que se enfrentaba si decidía confesarlo. Sin embargo, el día a día le dio la fortaleza para aceptarse y reconocerse tal y como era y finalmente a los 13 años decidió hablar.
«Mi familia no tenía idea de nada, pero yo si había experimentado otras orientaciones mientras estudiaba».
Estas conductas son totalmente rechazadas por la comunidad indígena, pues piensan que es una falta de respeto hacia la cultura y la raza.
«En mis raíces no aceptan este género y por eso al principio fue tan duro y peligroso para mí. Ni siquiera mi mamá o el resto de mi familia me aceptaban».
No obstante, hoy en día solo es aceptada por la comunidad que la vio crecer, pues otras la consideran una vergüenza y se rehúsan a aceptar a una mujer trans.
«Yo les digo siempre que no decidí ser trans por capricho».
Actualmente su mayor anhelo es poder crear una asociación indígena que apoye a otros miembros de su comunidad que como ella alguna vez, sienten la necesidad de liberarse y ser felices.
«Hay personas que tienen orientaciones sexuales diferentes y quiero que sientan que hay una persona que los va a defender y a respaldar en este camino para que se acepten tal y como son».
Sueña con ser la persona que poco a poco ayude a ir cambiando la forma de pensar de su comunidad con respecto a las personas que tienen un género distinto.